En el marco del Día de los Veteranos y Caídos en la Guerra de Malvinas, recordamos la historia de Tom, el único perro civil que llegó a las islas y se convirtió en un símbolo de compañía y valentía para los soldados argentinos.

Todo comenzó en Junín, provincia de Buenos Aires, en un cuartel donde el Cabo Liborio recibió la orden de prepararse para viajar al sur. Mientras juntaba sus pertenencias, un perro lo hacía tropezar una y otra vez. Finalmente, el cabo decidió alzarlo y llevarlo con él, sin imaginar que ese animal terminaría acompañándolo en la guerra.

Desde Buenos Aires, Tom fue protegido por los soldados y logró abordar un avión Hércules rumbo a las Islas Malvinas. Allí, en medio del conflicto, se convirtió en un miembro más de la brigada antiaérea, ofreciendo consuelo en los momentos más difíciles y, de manera inesperada, salvando vidas. Gracias a su agudo oído, detectaba la llegada de los aviones enemigos Sea Harrier antes de que fueran visibles, alertando a los combatientes argentinos.

Sin embargo, un día antes de la rendición, un ataque enemigo alcanzó a Tom. Una esquirla de granada lo hirió de muerte. Su historia quedó grabada en la memoria de quienes compartieron con él aquellos días en las islas, un compañero fiel que, aunque no fue soldado, cumplió un papel invaluable en la guerra.

Para honrar su memoria, años después se erigió un monumento en su honor en la plaza Vicente López de Ascensión, provincia de Buenos Aires, en la intersección de las calles Tucumán y Rafael Reta. Además, una réplica de su estatua se encuentra en el Museo de Malvinas, manteniendo vivo el recuerdo de este héroe de cuatro patas que sigue ladrando desde la eternidad.