Señor lector, pobres los que quieren aprender a conducir, ¿no le parece? Imaginemos un chico de 16 o 17 años que un tío, el papá, un hermano mayor o cualquier persona le quiere enseñar a mover un auto, como no hay escuelas ya empieza cometiendo infracciones, ya nació torcido el tema, hasta Firulais empieza a conducir mejor.
Pero bueno, esa pobre persona aprende, va a sacar una licencia de conducir y le dicen, después de un proceso que casi nunca cumple con la Ley, “muy bien perfecto, tiene que colocar este cartel de principiante en su parabrisas y su luneta trasera que lo marca como principiante… ah y si no lo hace, lo multaremos”.
Y ahí empieza su otro calvario, supongamos una persona que aprendió lo mínimo y nunca condujo sin licencia solo, tiene las marcas escarlatas que lo marcan como novato y la cara delata su juventud, sale a buscar a un amigo para ir al centro a tomar helado, maneja con lentitud y prestando atención a todo, pero aparece un conductor avezado, ve todo lo que acabo de decir y piensa “pendejo de mier…”; y se sucede un hecho que asombraría a Darwin, se retrotrae la evolución humana y ese avezado conductor se convierte en un semi cavernícola que lo insulta, lo vuelve loco a bocinazos y señas de luces, las señas con el dedo medio no son nada comparado con lo que hacen estas personas.
¡Imaginen a ese pobre muchacho o chica de 18 años! ¡Se lleva un susto que le vuelve blanco el pelo! Las respuestas son de lo más variopintas, algunos responderán con agresividad, otros con miedo, generando amaxofobia, tema que tocaremos otro día; veremos de todo, pero con seguridad será un inicio traumático en su carrera como conductor, no pueden desarrollar sus habilidades con tranquilidad, no pueden practicar, ¿Por qué pasa esto?
En el libro “¿Por qué? Reflexiones del tránsito y los argentinos” toco una posible respuesta en el capítulo “Influencia normativa en el altruismo”. No los volveré locos con eso, además de que es algo largo, pero todo se basa en lo que íntimamente consideramos correcto o bueno, es algo subjetivo, pero si no sentimos que debamos hacer algo o que es correcto hacerlo, simplemente no lo haremos. Trayéndolo a nuestro tema de hoy es que esas personas que atormentan al novato, no consideran que sea algo malo que lo traten mal, sino que consideran mal que ellos tengan que “soportar” a esos novatos.
Otra respuesta es que, como no hay escuelas, ni se promueve su apertura, ni se exige pasar por una para obtener licencia, pues hay que hacer lo que se puede, lo que genera toda esta situación.
Así señor lector, tenemos tres opciones: empezamos a exigir escuelas de manejo, somos más altruistas los que sabemos conducir con los novatos o (mi favorita) lo metemos a Firulais de eterno conductor designado. ¡Toca elegir qué hacemos!