Este 3 de junio se celebra el Día Internacional de la Sommellerie, conmemorando que ese día, en el año 1969, se creó en Francia la Association de la Sommellerie Internationale (ASI). La fecha se presenta como una ocasión oportuna para analizar los alcances y características de una profesión que se ha convertido en un eslabón fundamental en la industria del vino y que a lo largo del tiempo ha ido mutando, acompañando el desarrollo del mercado y de los consumidores, cada vez más conocedores y demandantes de información.
Si bien se trata de una de las profesiones más nuevas en nuestro país, los historiadores sitúan a los orígenes de la sommellierie en el siglo V a.C., cuando distintos pueblos de la Mesopotamia, en el Cercano Oriente, ya contaban con especialistas dedicados al servicio y el cuidado del vino.
Hasta que se fundó la Escuela Argentina de Sommeliers, en 1999, las personas que podían brindar este tipo de servicio en Argentina se contaban con los dedos de una mano, pero en los últimos años, acompañando el desarrollo de la industria vitivinícola, la cifra no para de crecer. Sin embargo, el perfil del sommelier actual ya no es el mismo que el de aquellos pioneros. Si antes su tarea se remitía a ofrecer sus servicios en un restaurante, bar o vinoteca, hoy sus funciones abarcan campos de lo más diversos: periodismo, consultoría, docencia, relaciones públicas, participación como jurado en concursos y guía en catas y degustaciones privadas, entre otras múltiples actividades.