Cada 29 de noviembre se celebra el Día Mundial del Yaguareté. El mayor felino del continente americano y tercero del planeta ha sido declarado oficialmente “en peligro crítico de extinción” en nuestro país, pues se estima que hay tan solo 250 en libertad.
La caza indiscriminada, por diversión o especialmente por sus depredaciones al ganado -que avanza sobre sus selvas-, resultaron fatales para el yaguareté en el 90% de su área original de distribución, que alcanzaba las orillas del Río Negro, en la Patagonia. Actualmente persisten tres subpoblaciones en las selvas de montaña de Salta y Jujuy, la región chaqueña central y los remanentes de la selva misionera.
Debido a esto, la especie, de gran carisma y presencia en todas nuestras culturas, tanto indígenas como criollas, ha tenido amplia atención de parte del Estado, aún a través de los vaivenes políticos. Así es que, además de brindarle el mayor status de protección legal, como Monumento Natural, se desarrollaron: un Plan Nacional de Manejo y tres planes regionales, uno para cada región.
En los últimos años las acciones han sumado más actores; sin embargo, han perdido potencia: el Plan de Emergencia para la región chaqueña se venció y no fue actualizado, los atropellamientos en rutas misioneras no han sido atendidos y pueden ocurrir en cualquier momento, las medidas que resultaron eficaces para prevenir depredaciones a ganadería no han sido replicadas y a pesar del alto interés del sector ganadero y, en especial, la caza furtiva continúa plenamente vigente, incluso dentro de áreas protegidas como Parques Nacionales y/o provinciales.
La exitosa reintroducción de la especie en los Esteros del Iberá, -única en el mundo e impulsada desde el sector privado-, no debe tapar los grandes problemas de otras zonas donde la situación es dramática, como en el extenso Chaco Salteño; en el Valle del Cuña Pirú y Yabotí, en Misiones y en el extensísimo Bañado La Estrella, en Formosa, donde apenas hay presencia de algún que otro ejemplar. Peor aún resulta Santiago del Estero, donde el último yaguareté conocido oficialmente data de hace una década (2013), un macho muerto a balazos. En el mapa general la extinción continúa avanzando.
Desde hace ya varios años, el Estado Nacional destina recursos humanos y económicos para acciones de conservación de la especie, pero lo hace de manera desordenada y sin una línea de acción que los oriente, supervise y, en especial, que evalúe su eficacia a través de resultados medibles.
Así, se destinan fondos al Conicet, la Administración de Parques Nacionales, el Museo de Ciencias Naturales, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible e incluso a ONGs. Sin embargo, en la mayoría de los casos, no es posible acceder a informes que rindan cuenta de los resultados obtenidos y sobre todo, no se comparte ni se socializa la información generada.
En marzo de este año el Ministerio de Ambiente convocó a una reunión de especialistas para desarrollar el Plan Operativo 2023-2025. Ocho meses después no hay novedades al respecto.
La figura legal de Monumento Natural (Ley 22.351) puede incluir: áreas, cosas y especies vivas (animales o plantas). Inicialmente se asignó a dos sitios geográficos: los Bosques Petrificados de Jaramillo en Chubut y el Monumento Natural Laguna de los Pozuelos, en Jujuy. En la categoría de animales tenemos cuatro: la ballena franca austral, el huemul, la taruca y el yaguareté.
Sin embargo, estos “Monumentos” animales han sido discriminados desde su creación misma, pues nunca fueron tratados ni gestionados como aquellos que están delimitados por un territorio: no poseen estructura jerárquica, administrativa, operativa, equipamiento y menos presupuesto directo, lo que impacta en la continuidad de las acciones de conservación.
Por ello es que, transcurridos tantos años, con tantas acciones desarrolladas y tanto conocimiento adquirido, es imperioso que se reconozca desde el punto de vista de la estructura y presupuesto a los Monumentos Naturales animales de la misma forma que se reconocen y resguardan los territorios.
De esta forma, el yaguareté sería equiparado a un Parque Nacional: contaría con Intendente y estructura que dirija el Plan Nacional de Manejo y asegure la ejecución de un Plan Operativo Anual que realmente sea monitoreado en su cumplimiento, tal como ocurre actualmente con los Parques y Reservas.
De lo contrario, con acciones y financiación dispersos e inconexos, la especie continuará hacia la extinción en gran parte de nuestro territorio nacional.
Cofundador y director Ejecutivo de la Fundación Red Yaguareté