Eran las 20.23. Luego de conducir su primera práctica como flamante técnico de Boca, Fernando Gago se presentó en sociedad en el predio xeneize de Ezeiza; sonriente, casi exultante como pocas veces en su vida futbolera. Habitualmente serio, concentrado, analítico, mostró en su “regreso a casa” todo el entusiasmo, contenido al menos en los últimos largos días de negociaciones y polémicas. Asumió el desafío de su vida, en el club en donde exhibió sus primeras destrezas. Tiempo después, Real Madrid y la selección. Pero antes, mucho antes y para siempre, Boca.
“Son muchas sensaciones, la parte emotiva, los recuerdos. Me hicieron crecer como persona, como jugador. Estoy en otro lugar, tengo ganas de lograr algo importante”, fueron sus primeras palabras, acompañado apenas un minuto por Juan Román Riquelme (”está llena la sala, eh…, eso es maravilloso, los bosteros estamos muy contentos”), el ahora señalado presidente que sabe que se juega algo más que el futuro como dirigente con la decisión del regreso de un hijo pródigo.