Dom, 24 de noviembre de 2024
Salud

La disfagia, un trastorno de la deglución que afecta del 8 al 12% de la población

En el Día Mundial de la Disfagia, especialistas en este trastorno de la deglución recordaron que la desnutrición, la deshidratación o la neumonía por broncoaspiración son los principales riesgos asociados a esta condición que a nivel mundial afecta del 8 al 12%, cuya incidencia es mucho mayor en adultos mayores o en personas con enfermedades neurológicas, pero también en pacientes institucionalizados.

En virtud de aumento de la prevalencia de enfermedades asociadas y de un marcado envejecimiento poblacional, se espera que el número de personas con dificultades en la deglución continúe en ascenso y, en ese contexto, la efeméride busca concientizar sobre la importancia de un diagnóstico temprano y un correcto abordaje, de cara a prevenir cuadros de malnutrición y contribuir a la recuperación del paciente.

“La disfagia puede originarse por distintas patologías y en distintas etapas de la vida, pero siempre cualquier alteración de la deglución tiene un grave efecto en la calidad de vida de las personas y de su familia al ser la alimentación una función vital básica que tiene también un sentido social, porque implica compartir”, dijo a Télam la presidenta de la Asociación Argentina de Disfagia (AAD), Valeria Ton.

Las patologías asociadas a la disfagia son enfermedades neurodegenerativas como el mal de Parkinson, esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y la esclerosis múltiple, pero también puede llegar de la mano de lesiones traumáticas a nivel cerebral o de enfermedades de la cabeza y cuello, como un cáncer.

También puede surgir como efecto colateral tras un período de “intubación traqueal, traqueotomía o asistencia con ventilación mecánica o por un periodo de terapia intensiva que le generó una debilidad generalizada”, aunque también se presenta en “niños prematuros que necesitan más tiempo para el neurodesarrollo”.

La especialista explicó que la disfagia “puede presentarse en forma aguda” y la función ser recuperada mediante tratamientos de rehabilitación, o de manera crónica, “por alguna patología neurodegenerativa, por ejemplo, que empiece con algún síntoma y esto se vaya agravando a lo largo del tiempo”.

“Lo bueno es que esto tiene tratamiento”, agregó esta doctora en fonoaudiología y jefa del Servicio de Fonoaudiología Clínica en la Clínica de Internación Aguda en Rehabilitación y Cirugía (Ciarec).

Por su parte, el jefe de neurogastroenterología del Hospital de Clínicas, Jorge Olmos, sostuvo que la disfagia puede presentarse en relación a sólidos, líquidos o a ambos, “y se clasifica en dos grandes grupos: la orofaríngea y la disfagia esofágica”.

El especialista explicó que se habla de disfagia alta u orofaríngea “cuando la obstrucción o dificultad se produce al inicio del trago”, entre la garganta y el esófago, y como consecuencia de “alguna disfunción neurológica”, pero también de “alguna alteración estructural como puede ser un tumor”.

“Y después está la disfagia esofágica que responde a una alteración en el esófago que puede ser orgánica -es decir que hay algún tumor, un divertículo o una gran inflamación que puede producir esa dificultad en el trago- o puede ser un trastorno funcional, y los más importantes son los de la motilidad esofágica”, dijo.

La disfagia orofaríngea produce como síntomas atragantamiento, arcadas o tos al intentar tragar, así como la sensación de que los alimentos o los fluidos bajan por las vías respiratorias (tráquea) o suben por tu nariz, mientras que la disfagia esofágica produce la percepción de que los alimentos se pegan o se quedan atascados en la base de la garganta o en el pecho después de haber comenzado a tragar.

Producto de esta dificultad en incorporar los alimentos, tres de cada cuatro pacientes diagnosticados con disfagia atravesaron cuadros de deshidratación y la mitad padece malnutrición por una reducción de hasta un 50% de proteínas y un 30% de las calorías y una de las complicaciones más graves es la neumonía por aspiración, que puede conducir a la muerte.

Por otro lado, sufre disfagia alrededor del 80% de los pacientes con neuropatologías como el ELA, demencia y Parkinson, y su prevalencia es mayor entre los adultos mayores institucionalizados, que en un 60% tienen este trastorno de la deglución.

Ton explicó que los tratamientos “pueden ser tanto rehabilitatorios o compensatorios” y, dependiendo el cuadro, puede darse uno u otro o “ambos juntos”.

“Desde el punto de vista de la rehabilitación se intenta restituir una función a través de diferentes técnicas de ejercitación, como por ejemplo la estimulación neuromuscular”, señaló.

“Y después existen técnicas compensatorias para disminuir la sintomatología, como por ejemplo modificar las texturas de los alimentos o espesarlos, emplear utensilios facilitadores como sorbetes y vasos con escotadura o estrategias posturales como la adaptación de sillas ortopédicas”, subrayó.

A su turno, la licenciada en Nutrición y ex presidenta de la Asociación Argentina de Dietistas y Nutricionistas Dietistas (Aadynd), Silvia Jereb, explicó que ante posibilidad de reaparición de los síntomas de la disfagia genera “ansiedad y nerviosismo a la hora de sentarse a comer o de pensar en hacerlo, tanto en el paciente como en su la familia”.

“Se corre el riesgo de caer en un círculo vicioso de miedo, de angustia, de que, si como, toso y me ahogo, por eso no como, pero tengo que comer para no desnutrirme y para que los músculos que intervienen en la deglución no se vuelvan más débiles y entonces comer me cueste el doble”, sostuvo a Télam Jereb, quien además es y gerente científica de Nutricia Bagó.

“Ante esto, las familias muchas veces le empiezan a ser modificaciones propias de la consistencia de los alimentos, pero con el costo de empezar a perder calorías, calidad y variedad de nutrientes”, agregó.

Con la intervención profesional multidisciplinaria lo que se busca “es que la deglución sea segura, es decir, que no haya ningún pasaje del bolo alimenticio al pulmón”, pero que sea además nutricionalmente correcta, y para ello se apela a “diferentes estrategias” ya sea en términos de utensilios, correcciones posturales o espesantes.

“Cuando se le hace una videodeglución a una persona con disfagia, el fonoaudiólogo indica el grado de consistencia o de viscosidad de los de los alimentos que el paciente puede consumir. Entonces ahí yo como nutricionista digo: ‘tengo que cubrir tanta cantidad de calorías, tanta cantidad de proteínas, vitaminas y minerales, pero lo tengo que hacer con este tipo de consistencia porque el paciente tiene este grado de dificultad’”, remarcó.

“Entonces frente a eso yo uso distintas herramientas: una es el uso de espesante que permite que el bolo alimenticio sea cohesivo y ninguna partícula pase a los pulmones”, agregó.

Pero como además, “mientras menos cambios de color, sabor y aroma sufran las preparaciones respecto de sus versiones originales, y cuanto mejor se presenten los platos, mayor será la ingesta”, se puede optar por espesantes a base de gomas, que permite mantener las características originales de las preparaciones.