A mediados de la década de los setenta, a un publicista norteamericano se le ocurrió a modo de broma comenzar a vender piedras como mascotas. Ya que según decía en el mismo, son fáciles de cuidar, no exigen mucho y no hay que dedicarles mucho tiempo, simplemente están ahí. Aunque parezca mentira este negocio se volvió millonario, solo en año 1975, cuando la empresa fue creada vendió un millón y medio de rocas mascotas, a un valor de 3 dólares cada una, al valor actual serían más o menos 15 dólares por unidad.
Trataba de imaginar cuánto dinero pudo hacer si en los tiempos de Jesús hubiera instalado un puesto para vender piedras para lapidaciones. (Sé que podes conseguir piedras en suelo, pero te pido que igual me acompañes con el relato).
Al Maestro, los lideres religiosos, le trajeron a una mujer que había sido descubierta en pleno acto de adulterio, y debía ser asesinada a piedrazos, según la ley de ese entonces, estos líderes le preguntaron a Jesús si era correcto hacerlo, como siempre intentando ponerle una trampa.
Pero Él sin siquiera levantar la mirada, les dice que el que esté libre de pecado que sea el primero en arrojar la piedra. Y todos, uno a uno, desde los más ancianos a los más jóvenes se fueron dejando caer las piedras al suelo.
Muchos de nosotros, estamos tan dispuestos a arrojar, la primera piedra, es más debemos ser sinceros muchos amamos arrojar esas piedras.
Criticas.
Falta de perdón.
Y esa sensación que nos encanta, es creernos Superiores, Mejores que los demás
Jesús con esta sola frase nos da una enseñanza que tira a tierra esas piedras, antes de juzgar a los demás debemos entender que todos somos pecadores, algo hay dentro nuestro, algo que aun debe ser llevado a los pies de Jesús, ante el Padre, todos somos pecadores, cada cual se aparto por su propio camino. No hay justo ni aun uno. Nos enseña la Palabra de Dios.
En el antiguo testamento, cuando Israel, llega a la tierra prometida, Josué su líder, les indica a los jefes de las doce tribus del pueblo, que sacaran del rio Jordán, que milagrosamente se había secado, para que ellos puedan cruzar. Cada uno extrajo una piedra. Y con ellas se construyó un monumento que recordaba aquel hecho milagroso.
Dios quiera que aquello que llevamos en nuestras vidas. Que esas piedras que tenemos en nuestras manos, sirvan para dar a conocer que grandes cosas ha hecho DIOS con nosotros, que sirvan para levantar un monumento. Que sirvan mas para edificar, que para lastimar.