En Paraguay, la noche del 14 de mayo de 1811 necesitó de la voluntad y el deseo de libertad de hombres generosos, valientes y decididos. Fue una noche cargada de esperanzas y anhelos. El 15 de mayo amaneció distinto, estrenando el sentimiento de libertad y celebrando el nacimiento de la patria.
Es imposible separar la independencia de Paraguay del contexto político e ideológico del siglo XVIII.
A inicios del siglo XIX, además de la difícil situación creada en España por la invasión napoleónica, se crea en mayo de 1810 en Buenos Aires, la capital del Virreinato de la Plata, una Junta de Gobierno que derroca al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros. Aprovechando esta inestabilidad de la monarquía española, la Junta pretendía gobernar el virreinato y buscó adhesiones en otras ciudades y así avanzar en la lucha por la emancipación.
Casi la totalidad de las intendencias se unieron al gobierno revolucionario, creándose así la Junta Grande en diciembre de 1810. Paraguay expresó su negativa a adherirse a la revolución, teniendo un papel fundamental en ello Bernardo de Velasco, el último gobernador de la intendencia de Paraguay.
La Junta de Buenos Aires, ante esta negativa de Paraguay de integrarse a la Junta Mayor Revolucionaria, tomó medidas extraordinarias y cortó las comunicaciones con el país. Además apoyó a las facciones revolucionarias afines que aguardaban dentro del país para que continuaran con su labor emancipadora, y se emprendió la campaña bélica conocida como Expedición Libertadora al Paraguay, donde adquirió un protagonismo notable Manuel Belgrano.
Finalmente, el 15 de mayo de 1811 un pronunciamiento militar revolucionario, dirigido por Pedro Juan Caballero, obligó al gobernador Velasco a formar una Junta de Gobierno Revolucionaria, como las que ya existían en otras zonas del virreinato desde el año anterior. Una semana después Velazco es obligado a dimitir.
Paraguay se emancipó definitivamente y se convirtió en uno de los primeros países de Latinoamérica en organizarse como una nación independiente.