Tras la repentina y polémica salida de Diana Mondino de la Cancillería, este lunes asumió en su lugar Gerardo Werthein, quien hasta el momento era embajador en los Estados Unidos, y que llegará al nuevo cargo con una primera misión: reducir los gastos diplomáticos.
Esta idea, que ya venía siendo analizada por su antecesora, será una de las medidas inaugurales de su gestión al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Ese enfoque había desatado conflictos con los representantes argentinos en el extranjero. Fue, acaso, el punto que generó la tensión entre la Cancillería y la Asociación Profesional del Servicio Exterior de la Nación (APSEN). Con el desembarco de Werthein, Milei pretende ir a fondo en contra de la “casta diplomática” -en términos del Gobierno- para confrontar con ciertos “privilegios” de los diplomáticos de carrera.
De acuerdo con lo que precisaron a Infobae fuentes oficiales, Werthein avanzará en los próximos días en, por un lado, el cierre de todas aquellas embajadas y consulados ubicados en los países con los que el Estado no tenga un fuerte vínculo comercial.
En su lugar, el Gobierno dejaría en esos sitios Agencias Nacionales, que servirán como organismo delegado de la Argentina, que continuarán con todas las tareas necesarias (trámites y asistencia a ciudadanos que se encuentren allí), pero con menos personal y financiamiento. Otra opción que habilita la ley que regula el régimen del Servicio Exterior es la de reasignar la concurrencia cuando se cierre una embajada. En tal caso, si designa a un país puntual desde el cual se desarrollan las relaciones con otras naciones vecinas. Por ejemplo, Suecia no tiene embajada en Montevideo y lleva su relación con Uruguay de forma concurrente desde la Embajada sueca en Argentina.
Todavía, sin embargo, no está definida la lista de los edificios que serán dados de baja y en la Casa Rosada insisten en que la misma será definida por el nuevo canciller una vez que asuma sus funciones.
Además, Werthein aplicaría la “motosierra” al Servicio Exterior. Como principal argumento, la cúpula libertaria señala que, en la actualidad, “los embajadores cobran entre 15 y 20 mil dólares por mes, por lo que cada uno de ellos tiene un sueldo promedio de 20 mil dólares”, a pesar de que, a su entender, varios de ellos son prescindibles. Se trata de una disposición que tiene como referencia el régimen de Naciones Unidas en Nueva York, con el que se calcula un estimado de costo de vida en el exterior.