En el año 335 A.C. Alejandro Magno llegó a Fenicia, debió enfrentarse a un ejército mucho mayor que el suyo, ante el temor en los ojos de sus propios soldados, ordenó que sus capitanes quemaran sus propias naves.
De pronto, Alejandro pronunció un discurso impresionante: “Caballeros, ante vuestros ojos están destruyéndose las naves que nos llevarían de vuelta a nuestros hogares. La única ruta que tenemos para volver a casa es el mar… y lo haremos en las naves de nuestros enemigos”.
El ejército de Alejandro alcanzó llevarse ese día una gran victoria. Que lo llevó a conquistar todo el mundo conocido en este entonces.
El pueblo de Israel salió de Egipto después de ver los maravillosos milagros de Dios, eran guiados por la esperanza de una tierra donde fluía leche y miel, pero entre ellos dice la biblia que se mezcló el populacho y empezó a quejarse que Dios les daba Maná para comer, y ellos extrañaban comer cebolla, ajo y pescado, que comían según ellos gratis, pero no tenían en mente que en Egipto eran esclavos.
Había gente entre el pueblo de Dios que no se animaba a quemar las naves. Seguían añorando lo que habían dejado atrás. Preferían ser esclavos.
Tenían comida pero que no era gratis, debían trabajar todo el día, para los egipcios, sin descanso, y la paga de su trabajo era simplemente un plato de comida.
Cuando aceptamos a Jesús lo que queda atrás en nuestras vidas es muerte, porque en Él pasamos de muerte a vida, del reino de las tinieblas al reino al de su Hijo Amado.
…Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
El apóstol Pablo nos habla de un premio mayor, a la corona de vida, dejando todo detrás él iba por ese premio. También nosotros debemos olvidar todo lo que nos aleja de Dios. Quemar las naves.
Martin Lutero decía: “Pensé que el viejo hombre había muerto en las aguas del bautismo. Pero descubrí que el infeliz sabía nadar y ahora tengo que matarlo todos los días.
Todos los días ese hombre viejo nos empieza a hablar de la cebolla el pescado y el ajo que dejamos atrás y quiere que nos olvidemos de la tierra donde fluye leche y miel. El viejo hombre no nos quiere ahí, nos quiere esclavos nuevamente.
Lo mejor es enemigo de lo bueno
María la madre de Jesús. Tenía un destino bueno, estaba comprometida, comprado el vestido para el casamiento, estaba mandando las invitaciones, eligiendo el menú, pero vino un ángel y le complica la vida, diciéndole que iba a llevar en su vientre al Hijo de Dios, una complicación, un desvío en el destino bueno que tenía pensado, tanto es así que hasta José decide abandonarla en secreto, pero María también decidió quemar las naves y buscar un destino mejor.
Si Alejandro Magno no hubiera quemado esas naves, ese ejército no se hubiera llenado de gloria, sino que iba a ser recordado como el ejercito que huyo de la batalla más importante.
Adelante tenés una guerra donde vas a cambiar el ajo y la cebolla por la leche y la miel, la seguridad del barco por la gloria de la batalla ganada, donde vas a cambiar lo bueno por lo mejor. ¿Qué vas a elegir? ¿te animás a quemar tus naves?
Pero olvida todo eso;
no es nada comparado con lo que voy a hacer.
Pues estoy a punto de hacer algo nuevo.
¡Mira, ya he comenzado! ¿No lo ves?
Haré un camino a través del desierto;
crearé ríos en la tierra árida y baldía.
Isaías 43:18-19