La Albiceleste empató por tercer partido al hilo, con errores que se vuelven recurrentes y un equipo carente de regularidad durante los 90 minutos.
Tres partidos, tres empates bajo la misma lógica: ponerse en ventaja y no saber de qué manera custodiarla. De hecho, de nuevo dando ventajas que sus rivales no desaprovechan. Esta vez, ante Chile, fue similar a lo ocurrido hace 10 días ante el mismo rival por Eliminatorias y el inicio de la Copa América es con igualdad.
La Roja intentó presionar desde el arranque, pero sostuvo el ritmo por un par de minutos, hasta que la Albiceleste hizo pie y comenzó a dominar el mediocampo con Lo Celso como amo y señor de la pelota. Fue el de Tottenham el que generó las primeras chances claras para habilitar a Nico González y quien recibió la falta que Messi, con la bronca de los tiros libres detenidos por Bravo y Ospina, pudo transformar en un golazo antológico.
Tras el gol, la intensidad bajó y la Roja comenzó a recuperar terreno para lanzarse por el empate como en Santiago del Estero. Y fue en el segundo tiempo en que el partido de Argentina se resumió en una situación: Martínez Quarta que queda mal parado en el retroceso, un movimiento inexplicable de Otamendi, un fusil tapado por Dibu Martínez y un penal insólito de Tagliafico. Pero después del Var habría más, porque el arquero le tapó el penal a Vidal, la pelota quedó suelta y, ante la mirada de todos los vestidos de celeste y blanco, Vargas empujó el rebote a la red.
Eso es, por momentos, Argentina en ataque y en defensa. Individualidades que tienen que salvar errores conceptuales a nivel grupal. Y pocas veces llega esa salvación. Porque desde el banco de suplentes tampoco llegan las soluciones y Scaloni parece querer hacerse cargo de la culpa, con ingresos poco justificados como los de Di María, Palacios o Molina y salidas menos lógicas como las de Paredes, Lo Celso o Nico González, el más incisivo más allá de haber perdido al menos cuatro ocasiones.
Si bien la Albiceleste parece decidida a desandar el camino de jugar sin Messi como único faro, por momentos se queda trabado en la esperanza de que el 10 vuelva a iluminarse y, como se dice en la tribuna, «tire el centro y vaya a cabecear». Otro punto con sabor a poco y que, indefectiblemente, implica revisar varias cuestiones para no quedar en un equipo frágil que rema para cruzar a la otra orilla pero se ahoga al llegar.