Carrozas de Fuego
Motivación

Carrozas de Fuego

Rendición total, fueron las últimas palabras de Eric Liddell que falleció el 21 de febrero de 1945 en una prisión japonesa en China durante la segunda guerra mundial, donde trabajaba como misionero.

Eric era un atleta escocés que en los juegos olímpicos de Paris de 1924 alcanzó fama mundial al ganar el oro olímpico en 400 mts. y el bronce en 200 mts. Aunque no era especialista en ninguna de estas categorías, su carrera era la de los 100 mts. Además, integraba la selección de rugby de su país.

Liddell se había preparado para correr en los 100 mts. Cuando supo que la final se correría el día domingo y presentó una apelación ante el comité olímpico para que se cambiara la fecha de la misma, ante la negativa, decidió no participar de ella.

Al correrse la final de los 400 mts antes del disparo inicial un corredor norteamericano le entregó un papel, con el texto bíblico que dice YO HONRO A LOS QUE HONRAN, felicitándolo por la decisión que tomó de no correr la final en el día domingo. Liddell no solamente ganó la carrera en la que no era especialista, sino que batió el récord olímpico, que estuvo vigente los próximos 25 años.

Su Historia se hizo mundialmente conocida por la cinta Carrozas de Fuego del año 1981, ganadora de 4 premios Oscar, entre ellos Mejor Película y Mejor Guion Adaptado.

Se convirtió en la figura del deporte más importante de la época, no solo en su país sino a nivel mundial. Más allá de la discusión si el día que se consagra a Dios, es domingo, sábado, o cualquier otro día, en su corazón Eric decidió honrar a Dios, y el Señor también bendijo su obediencia ese día.

Sin embargo, toda esa fama, todo ese reconocimiento, para él no tenían importancia con tal de servir a Su Señor, a Jesucristo, y eso lo llevó a trabajar de misionero en la China hasta el último de sus días en esta tierra. El mismo pensamiento que tenía el apóstol Pablo que en la carta a los Filipenses escribió:

Sin embargo, todo aquello que para mí era ganancia, ahora lo considero pérdida por causa de Cristo. Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por Él lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo y encontrarme unido a Él…

En 2008, justo antes de los Juegos Olímpicos de Beijing, las autoridades chinas afirmaron que Liddell había rechazado una oportunidad de abandonar el campamento, y en cambio le dio su lugar a una mujer embarazada. En 1991, la Universidad de Edimburgo erigió una lápida conmemorativa en el antiguo campamento de Weifang. La inscripción cita Isaías 40:31:

«Levantarán alas como las águilas; correrán,

y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán».

Todo lo que consiguió ese día y los posteriores, Liddell supo que solo era ruido, un ruido que lo iba desviar de su plan, de su objetivo, de lo que había visto en su niñez cuando sus propios padres eran misioneros en la China.

Y para él servir a Dios era lo que llenaba su vida, y era lo que desea. Y descubrió que la mejor manera de servir al Padre Celestial era sirviendo al necesitado, y hacerlo hasta el dia de su muerte en completa rendición. Rendir nuestras a un Dios que no es deudor de nadie y honra siempre a los que en Él esperan es la mejor inversión que podemos hacer.

“No tienes que ser famoso o especialista para servir al Señor. Dios pregunta solamente si en lo que te desempeñas lo haces con sinceridad y fidelidad”.

“Dios honra a sus fieles, y el honrará tu obediencia, con una vida que trasciende hasta la eternidad. La `entrega completa´ a Cristo es la victoria total”. E.H. Liddell