Diez curiosidades de la Buenos Aires del 25 de Mayo de 1810
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Diez curiosidades de la Buenos Aires del 25 de Mayo de 1810

Un Cabildo que no es el actual, una Plaza de Mayo que no se llamaba así y una población que apenas era la mitad de los que hoy entran en la cancha de River, constituyen algunas de las peculiaridades de una época clave de nuestra historia. 

Este 25 de Mayo celebramos un nuevo aniversario de la conformación del primer gobierno patrio, luego de intensos cónclaves en el Cabildo de Buenos Aires (que no es el actual), seguidos por los vecinos desde la Plaza de Mayo (que no se llamaba así).

En rigor, la que luego fue designada capital del país, era muy diferente 213 años atrás. Seguidamente se enumeran diez curiosidades de aquella urbe colonial en la que empezó a gestarse nuestra independencia.

1. Una población que hoy es un barrio

La Ciudad de Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Ayre (tal su designación en la época colonial) contaba en ese entonces con apenas 40.000 habitantes, el equivalente actual al barrio de Monserrat (que abarca desde el bajo hasta la avenida Entre Ríos, y desde Independencia hasta Rivadavia). Hoy Buenos Aires tiene 48 barrios. Y el estadio de River, con capacidad para 83.000 espectadores, podría albergar dos veces a aquella población.

2. Había alumbrado público

La ciudad estaba iluminada, pero con velas de cebo, dentro de faroles de vidrio. Y sólo en las calles principales. Es por eso que en las casas abundaban los candeleros (para una sola vela) o los candelabros (para varias). En rigor, el primer suministro público de electricidad, destinado al alumbrado público de Buenos Aires, se llevó a cabo en 1887, bajo la intendencia de Torcuato de Alvear.

3. Una grieta en la Plaza de Mayo

En rigor, una recova, que dividía a la plaza en dos. Aprobada por el virrey Del Pino en 1801, se construyó una recova de 11 arcos, con estilo entre barroco y renacentista. Su función era albergar la venta de carne, fruta y verdura. Después, con el bloqueo anglo francés, pasaría a ser albergue. O sea: se podía dormir en medio de la Plaza de Mayo. Del lado hacia la actual Casa Rosada, se llama Plaza del Fuerte, y del lado hacia el Cabildo, Plaza de Victoria (nombre que adoptó en 1807, tras la segunda invasión inglesa, en reemplazo de Plaza Mayor). Este emplazamiento se derrumbó en 1884, se fusionaron ambas plazas, lo que supuso la finalización de la imagen de la ciudad colonial. 

4. Los más patricios, en el centro

Las familias más “destacadas” eran las que vivían más próximas a la plaza. Una de esas casas se conocía como Los Altos de Escalada. Claro, allí vivía Remedios, la futura esposa de José de San Martín, quien en 1810 tenía 13 años. Al teniente coronel lo iba a conocer en 1812, en una tertulia en su propia casa, o en la de Mariquita Sánchez de Thompson (no hay acuerdo sobre dónde fue). La Catedral estaba en construcción, y el Cabildo no es el que vemos hoy, ya que fue reconstruido en 1940, con 3 arcos menos por lado (para darle lugar a las avenidas Julio A. Roca y De Mayo).

5. La Plaza, un lugar multiusos

La Plaza de la Victoria era un espacio realmente multiusos. Se llevaban a cabo ceremonias religiosas y oficiales, estaba el mercado, estacionamiento de carretas, corridas de toros, y hasta ejecuciones públicas o cepos de castigo. Atención: los martes se jugaba a la lotería. Los pibes hacían otro uso del espacio público: competían a la payana, a la escondida, al gallito ciego y a la escondida. Para los que no recuerdan: en la payana los participantes deben hacer diferentes combinaciones con cinco piedritas que lanzan al aire y deben recoger mientras caen, agarrando al mismo tiempo otras que están en el suelo. Una competencia que se recuerda en los colegios de hasta fines del siglo XX.

6. Aún había esclavos

Todavía se traían esclavos desde Africa al puerto de Buenos Aires para ser vendidos a las familias adineradas. Hacían todo tipo de tareas, pero tenían los domingos libres. En ese momento se divertían en los llamados “bailes de negros”, donde danzaban al ritmo de tambores. Esta combinación de música y baile dio origen al candombe (“kimbundú”), muy popular en Uruguay. La Asamblea del Año XIII dictó la libertad de vientres en 1813, y la Constitución de 1853 dio por abolida completamente la esclavitud, en su artículo 15.

7. Había que estar atentos al aguatero

No había agua corriente y pocas casas tenían aljibe, por lo que la figura del aguatero era muy conocida en la ciudad. Traía agua del río, en un gran barril que transportaba en una carreta, con la que iba casa por casa. Por lo mismo, la ropa se lavaba en las orillas del río, a cargo de las lavanderas. Claramente no había heladeras, por lo que era común que las casas tuvieran sótanos, para conservar algunos alimentos. Como en la antigüedad, a las carnes se les ponía sal, para evitar que se pudran.

8. Una clara pirámide social

Se registraba una clara pirámide social. Primero, claro, estaban los españoles, que detentaban los altos cargos públicos: virreyes, gobernadores, presidentes de audiencias, obispos y curas de lugares importantes. Luego, los criollos (nacidos en América pero de origen español), que eran los hacendados con acceso a cargos en el Cabildo. Incluso podían estar al frente de parroquias. Más abajo, los mestizos, mulatos y zambos, que ejercían de peones, artesanos y carpinteros. A continuación, los indios, que trabajaban en minas o haciendas, y eran encomendados a españoles o criollos. Finalmente, los negros, hasta ese momento esclavos, obligados a trabajar en las casas, en minas o plantaciones.

9. La movida estaba en las tertulias

Estas eran las reuniones en las casas de familia, que convocaban exclusivamente a españoles y criollos. Se tocaba el piano y la guitarra. Se bailaba el minué, un baile de pareja originario de Francia, con saludos y posturas galantes. Se hablaba de política, se jugaba a la cartas y fundamentalmente se buscaba pareja. San Martín tenía fama en esa reuniones de ser buen cantante y rebuscárselas con la guitarra, dos ítems que sumaban mucho.

10. A falta de WhatsApp, buenos son los chasquis

Así se les decía a los hombres a caballo, dedicados a llevar cartas de un domicilio al otro, o incluso entre ciudades. De todos modos, en esa época eran pocas las personas que sabían leer y escribir, y eran casi exclusivamente hombres, con lo cual una declaración amorosa (hombre-mujer) se vería sumamente dificultada.

 

Fuente: Télam