Con la llegada de final de año, por lo general, comienza una época de balances. Una época de “sacar cuentas”, de echar un vistazo y de hacer un recorrido a todo lo que realizamos, a todo lo que no, a todo lo que quizás quedó a medio terminar o a medio comenzar. Época en que observamos cuanto es lo que hemos avanzado, cuanto es lo que hemos retrocedido, cuanto es lo que hemos logrado, cuanto nos queda por lograr. Época en que quizás nos detenemos a pensar en cuanto mucho más podríamos haber hecho.
Más también, es una época en que las ganas de comenzar nuevos proyectos comienzan a vislumbrarse, es una época en que el deseo fervoroso de hacer que en un nuevo año se pueda lograr todo lo que no se logró en el que ya culmina también se acrecienta. El anhelo de crecer en todo orden de cosas, de dejar el –viejo año-atrás y colocar todas las miradas en lo que nos ha de traer el nuevo año.
A esto hay que sumarle una Pandemia que desestabilizó todo lo conocido
Y en ese paréntesis, nos encontramos. Y en ese paréntesis también comienza un tiempo de preguntas, de reflexiones, de respuestas.
Hace algunos días me hacía eco, el que nuestra vida cristiana pareciera también se encuentra por épocas en que muchas de las cosas planteadas en este escrito son una realidad que se hacen parte de nuestro caminar como cristiano, ¿Cómo?:
Dios en muchos pasajes de su palabra nos refiere promesas y versículos tales como: “olvidando lo que queda atrás y extendiéndonos hacia adelante…” (Filipenses 3:13); “ Y si esto lo aplicamos a nuestra vida cotidiana, inevitablemente cualquier cosa que realizamos, expresamos, sintamos, pensemos va a afectar nuestra vida espiritual y directamente nuestro caminar en este paso que tenemos en la tierra.
¿Será que pudiéramos realizar un balance de nuestra vida espiritual en el presente año que ya culmina; de autoanalizarnos de cuantos aciertos como desaciertos ejecutamos, o bien en revisarnos cómo nos encontramos hoy en nuestra relación con Dios respecto al ayer?; Hoy está la invitación a aceptar el desafío de lo que Dios quiere y espera de nosotros. A comenzar a decir adiós a todo aquello que nos aparta de él. Sin dudas, la vida cristiana y el servir a Dios, trae costos y sacrificios, más como dice el antiguo testamento, grandes son las bendiciones que Dios tiene para aquellos que son obedientes.
Comienza un nuevo año, y se hace un balance del que ya culmina; no dejes esta oportunidad pasar, para que también comience un nuevo tiempo con Dios, y podamos ser transformados en nueva Criatura (como lo dice el Libro de 2Corintios 5:17 ).
Cuando estamos con y en Dios, todas las cosas cobran sentido; los días, los sueños, las adversidades y el día a día.