UN BUEN PILOTO hace cualquier cosa con tal de llevar a sus pasajeros salvos a
casa.
Un amigo me contó lo que vivió en unos de sus viajes en avión: La auxiliar de vuelo dijo que volviéramos a nuestros asientos, inició el relato,
porque nos aproximábamos a una zona de turbulencias…
Se trataba de un vuelo problemático y la gente tardó bastante en reaccionar; pero ella nos advirtió de nuevo: «Vamos a movernos, así que por seguridad, es mejor que se sienten».
Muchos lo hicieron. Pero unos pocos no, así es que ella cambió el tono:
«Damas y caballeros, por su bien, ¡vuelvan a sus asientos!»
Creía que todos estaban sentados, pero era evidente estaba equivocado,
porque la próxima voz que oí fue la del piloto: «Este es el capitán Brown»,
anunció. «Hay algunos pasajeros que continúan en el baño en lugar de permanecer en
sus asientos.
Queremos ser bien claros en cuanto a nuestra responsabilidad. Mi
trabajo es pasar con ustedes a través de la tormenta. Su trabajo es hacer lo que
les digo. ¡Así es que tomen asiento y abróchense los cinturones!»
En ese momento se abrió la puerta del baño y apareció un tipo con el rostro
rojo de vergüenza y con una sonrisita tímida se fue a sentar.
Al escuchar su relato, fue inevitable hacer una introspectiva reflexión: ¿Se equivocó el piloto en lo que hizo? ¿Fue demasiado insensible o poco
cortés? No, todo lo contrario. Para él era más importante que el hombre estuviera
a salvo aunque avergonzado, que no advertido y herido.
Los buenos pilotos hacen lo que sea necesario con tal de llevar a sus
pasajeros a casa.
Así es Dios. He aquí una pregunta clave: ¿Cuánto quieres que Dios haga para
prestarte atención? Si Él tuviera que elegir entre tu seguridad eterna y tu
bienestar terrenal, ¿qué crees que escogería? No te apresures en contestar.
Pensemos un poco.
Si Dios te ve de pie cuando deberías estar sentado, si Dios te ve en peligro en
lugar de verte a salvo, ¿cuánto quieres que Dios haga para que te preste
atención?
Dios hace cualquier cosa con tal que le escuchemos. ¿No es ese el mensaje
de la Biblia?
La búsqueda implacable de Dios. Dios a la caza. Dios buscando.
Hurgando debajo de la cama en busca de sus hijos escondidos, moviendo los
arbustos rastreando la oveja perdida. Haciendo una bocina con sus manos para
gritar por las quebradas.
Por todas sus peculiaridades y desigualdades, la Biblia tiene una historia
sencilla: » Dios hizo al hombre. El hombre rechazó a Dios. Dios no se dará por
vencido hasta que traiga al hombre de vuelta a Él. Desde Moisés en Moab hasta
Juan en Patmos, ha podido oírse la voz:
«Yo soy el piloto. Tú eres el pasajero. Mi
trabajo es llevarte a casa. Tu trabajo es hacer lo que yo digo».
«Ciertamente, yo soy la vid; ustedes son las ramas. Los que permanecen en mí y yo en ellos producirán mucho fruto porque, separados de mí, no pueden hacer nada». Juan 15:5
Fragmento de «Un trueno apacible» – Max Lucado
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