¿Usted canta alguna vez en la ducha? Si es como yo, habitualmente canta unas pocas estrofas y luego se detiene. ¿Por qué? Parece un poco ridículo cantar en la ducha. ¿Qué pasaría si alguien lo escuchara? Si se ducha en la mañana, ¿no es demasiado temprano para estar contento? Además, en realidad, no puede llevar una tonada decentemente. No sabe todas las palabras. Puede que despierte a los demás. De pronto, un impulso interior que lo llevó a comenzar el día cantando se rompió. Ya se dejó cambiar.
Demasiadas veces dejamos que las circunstancias exteriores influencien el control de nuestras acciones y moldeen nuestro pensamiento. Con frecuencia limitamos nuestra felicidad sometiéndonos a presiones constantes alrededor de nosotros. Es de vital importancia darse cuenta que o las situaciones exteriores controlan nuestras vidas o nosotros las controlamos. Tal como dijo alguien: «No cantamos porque estamos felices, estamos felices porque cantamos». Sin duda, podemos crear nuestro propio medio ambiente. «Podemos colorear nuestro propio mundo».
¿Conoce a personas que mientras otras son amargas y críticas, sonríen y esparcen amor? ¿Cuál es su secreto? Han aprendido a controlar sus situaciones. Se han dado cuenta que el punto de vista de su mundo depende de hacer aquello que está bien, no lo que es fácil. Han aprendido que mientras las condiciones no siempre son favorables deben, mientras tanto igual «cantar en la ducha».
Deténgase por un momento. ¿Dónde está ahora? ¿Sentado sobre cenizas sintiendo pena por usted mismo? ¿Hundiéndose en una pileta de problemas? Si es así, es tiempo de levantarse a sí mismo, caminar hacia la ducha, ¡y comenzar a cantar!
El salmista tenía por costumbre cantar a Dios cualquiera sea la circunstancias y en sus días más oscuros supo mostrarnos la puerta de salida…»Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Dios . que hizo los cielos y la tierra.» Salmos 121: 1, 2.
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