La verdadera naturaleza
Motivación

La verdadera naturaleza

DOS HIJOS del rey le preguntaron:
—Un caballero, ¿nace o se hace?
—¿Qué creéis vosotros?—les replicó.
—Creo que un caballero nace caballero—contestó uno de los hijos.
—No estoy de acuerdo—replicó el otro—. Un hombre llega a ser caballero con
preparación y disciplina.
El rey miró a sus hijos y les planteó un reto:
—Probad sus casos y presentadme un ejemplo. Os doy una semana para que
volváis con la prueba de vuestras opiniones.

Así, los dos hijos partieron en direcciones diferentes. El hijo que creía que un
caballero se hace, no nace, encontró su prueba en una taberna. Pidió una taza de
té y quedó asombrado cuando vio que el mozo era un gato. Este gato estaba
entrenado para pararse sobre sus patas traseras y con las delanteras llevar la
bandeja. Usaba un pequeño uniforme con sombrero y era prueba de que una
criatura puede superar su naturaleza con preparación y disciplina.
El primer hijo ya tenía su ejemplo. Si se puede cambiar a un gato, ¿con cuánta
mayor razón a un hombre? Entonces el príncipe compró el animal y lo llevó
consigo a la corte.

El otro hijo no tuvo tanta fortuna. Recorrió el reino, pero no pudo encontrar
nada que sustentara su teoría. Volvió a casa con las manos vacías. Para
empeorar las cosas, llegaron a sus oídos comentarios sobre el descubrimiento de
su hermano. Las noticias sobre el gato que caminaba en dos patas le hicieron
dudar de sus convicciones. Pero entonces, sólo horas antes de que los dos tuvieran que presentarse ante el rey, vio algo en la ventana de una tienda que le hizo sonreír.
Lo compró y no le dijo nada a nadie.

Los dos hermanos entraron en la corte del rey, llevando cada uno una caja. El
primer hijo anunció que podía probar que un hombre puede superar cualquier
obstáculo y llegar a ser un caballero. Y ante la mirada del rey, presentó al gato
vestido en un pequeño traje de la corte y en una bandeja ofreció chocolates al rey.
El rey estaba atónito, su hijo estaba orgulloso y la corte prorrumpió en
aplausos. ¡Qué prueba más contundente! ¿Quién podría negar la evidencia del
gato caminando en dos patas? Todos se condolían del segundo hijo. Pero él no
estaba de manera alguna desanimado. Con una reverencia al rey, abrió la caja
que había traído, dejando libres a varios ratones. Al instante, el gato salió
corriendo tras los ratones.

La verdadera naturaleza del gato quedó en evidencia y el punto quedó
demostrado. Un gato que camina en dos patas sigue siendo un gato. Se le puede
cambiar el vestuario. Se le pueden enseñar algunos trucos. Se le puede poner un
sombrero y entrenarlo para que camine en dos patas. Y por un momento parecerá
haber cambiado. Pero preséntate ante él con algo que no pueda resistir y se va a
enfrentar a una verdad innegable: un gato que camina en dos patas sigue siendo
un gato.
Lo mismo es cierto con las personas. Podemos cambiar de traje. Podemos
cambiar nuestros hábitos. Podemos cambiar nuestro vocabulario, nuestro nivel de
lectura e incluso nuestras actitudes. Pero según la Biblia, hay una cosa que no
podemos cambiar: nuestro estado pecaminoso.
La sociedad podría estar de acuerdo con el primer hijo. Se dice que si se
cambia lo exterior, lo interior cambiará solo. Dé a una persona educación,
preparación, hábitos correctos y adecuada disciplina y esa persona cambiará. Ah,
lo intentamos. Sí que lo intentamos. Compramos ropa. Buscamos grados académicos, premios, hazañas. Se lo decimos a nuestros hijos. Haz algo de tu vida. Se lo decimos a nuestros empleados. Actúen en la mejor forma que sientan que deben hacerlo. Se lo decimos a los desanimados. Inténtenlo, inténtenlo otra vez.

. Pero quita la capa externa, saca las costumbres, remueve el maquillaje y debajo aparecerá nuestra verdadera naturaleza: un corazón egoísta, orgulloso y
pecador. Simplemente libera los ratones y verás lo que hacemos.
Nadie mejor que Pablo describió esto. Escucha su confesión:
«Porque yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza de hombre pecador, no hay
nada bueno; pues aunque tengo el deseo de hacer el bien, no soy capaz de
hacerlo. No hago el bien que quiero hacer, sino el mal que no quiero hacer.
Ahora bien, si hago lo que no quiero hacer, ya no soy yo quien lo hace, sino el
pecado que está en mí.»
Me doy cuenta de que, aun queriendo hacer el bien, sólo encuentro el mal a
mi alcance. En mi interior me agrada la ley de Dios; pero veo en mí otra ley,
que se opone a mi capacidad de razonar; es la ley del pecado, que está en mí
y me tiene preso.
( Romanos 7:18–24 ) – Max Lucado

Cambiar la ropa no transforma al hombre, lo único que cambia al hombre es una relación con Jesús.

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