Por: Ramiro M. D. López
Mtr. en Tráfico, Movilidad y Seg. Vial
Señor lector, hoy tocaremos un tema más cotidiano, hasta casi caricaturesco: seguramente todos conocemos a una persona que es amable, dulce, amorosa, casi tierna podría decirse, hasta que se sube a su vehículo y se transforma, los ojos se le inyectan en sangre, le sale espuma de la boca, descubre que conoce la profesión de la madre de todas las personas con las que se cruza y empieza el rosario de insultos más largo que conocerá la humanidad.
¡Eso es la violencia vial! Es actuar de manera muy agresiva en las vías de circulación. Uso palabras genéricas porque en realidad no importa si hablamos de bicis, motos, autos, camiones, incluso podemos extenderlo a peatones si hablamos de ciudades grandes.
Y no podemos decir que es una cuestión de la modernidad puesto que en ya en el año 1950 se realizó el cortometraje Goofy in Motor Mania donde el personaje de Disney se vuelve un monstruo al subirse a un automóvil, donde grita, insulta, choca, pisa charcos para mojar a los peatones y otras tantas locuras.
Quizás crea que exagero, o no, o diga “claro, la gente está muy loca” pero piense con sinceridad: ¿nunca apretó una moto haciéndole un finito? ¿siempre paró en las esquinas cuando ve que hay un peatón esperando para cruzar? Si maneja o manejó una camioneta, camión o colectivo ¿nunca hizo una maniobra brusca sin pensar en que no está seguro si hay o no un vehículo cerca suyo?
Podemos hacer una pregunta más incluso, ¿por qué todas las personas actuamos de manera diferente a nuestra actitud normal? ¿por qué somos menos humanos en esos momentos?
Hay muchos estudios que hablan de esa deshumanización, pueden ver “El experimento de Milgram” que es una película basada en hechos reales donde se estudiaba cómo el anonimato fomenta la agresividad. Otros estudios muestran que al no ver ojos, ni una forma humana como tal, ni siquiera en el caso de las motos o bicis, hace que nos volvamos aún más anónimos y sintamos que no pueden juzgarnos, ni recibiremos una represalia directa de ese vehículo al que le jugamos una mala pasada.
Lector, la empatía es necesaria en el tránsito casi mucho más que en cualquier otro ámbito de nuestra vida porque el riesgo al que exponemos a los demás es el mismo que son expuestos nuestros amigos, nuestros hijos, nosotros mismos. Necesitamos ser más empáticos al pisar ese pedazo de asfalto que tan manchado de sangre está, el cambio está en nuestras manos, suyas, mías, del que maneja una moto y del que maneja un camión.