Cuenta una historia muy conocida que dos maestros que asistieron
a un concierto para escuchar a una prometedora joven soprano. Uno comentó
sobre la pureza de su voz. El otro respondió: «Sí, pero cantará mejor cuando su
corazón se rompa». Hay ciertas pasiones que sólo se aprenden con dolor. Y hay
ocasiones cuando Dios, sabiendo eso, nos permite soportar el dolor por causa de
la canción.
Hay ciertas pasiones que sólo se aprenden con dolor. Y hay
Aún así, siga adelante
ocasiones cuando Dios, sabiendo eso, nos permite soportar el dolor por causa de
la canción.
¿Y qué hace Dios cuando soportamos dolor? ¿Qué hace mientras estamos en
medio de la tempestad?
Te gustará oír esto: Ora por nosotros. Jesús no estaba en
la barca porque había ido a los cerros a orar (véase Marcos 6:46 ). Jesús oraba.
Esto es notable. Y más notable es que no dejó de orar cuando sus discípulos
luchaban. Cuando oyó sus gritos, siguió orando.
¿Por qué? Hay dos posibles respuestas. O no le preocupaba o creía en la
oración. Pienso que sabes cuál es la respuesta correcta.
¿Y sabes algo? Jesús no ha cambiado. Todavía ora por sus discípulos. «Pero
como Jesús no muere, su oficio sacerdotal no pasa a nadie más. Por tanto, puede
salvar para siempre a los que se acercan a Dios por medio de Él, pues vive para
siempre, para interceder por ellos delante de Dios» ( Hebreos 7:24–25 ).
Y eso, ¿Dónde nos deja a nosotros? Mientras Jesús ora y nosotros estamos en
la tempestad, ¿Qué tenemos que hacer? Simple. Lo mismo que hicieron los
discípulos. Remar.
Los discípulos remaron la mayor parte de la noche. Marcos
dice que remaban «con gran fatiga» ( Marcos 6:48 , RVR). En otras partes, la
palabra fatiga se traduce como «atormentado». No fue fácil. No fue encantador.
La mayor parte de la vida la pasamos remando. Saltando de la cama.
Preparando el almuerzo. Cumpliendo tareas. Cambiando pañales. Pagando
cuentas. Rutina. Constante. Más forcejeos que contoneos. Más luchas que
descanso
La mayor parte de la vida la pasamos remando.
Ah, hay días encantadores, días de alegrías. Tenemos nuestro tiempo de
vacas gordas, pero también tenemos nuestro tiempo de vacas flacas. Y para tener
lo primero debemos pasar por lo segundo.
Aún así, no se canse de Remar, siga, confíe, no deje ni de creer ni de hacer lo correcto puesto que es la manera de ser afirmados, y además somos tan frágiles, que lo que nos resta es pedir socorro de Dios.
Del Libro «Como trueno apacible» de Max Lucado
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